DESPUÉS DEL SILENCIO
Donde el sol invoca
pájaros, serpientes, águilas, tigres
aún la luz es el mar
esa infinita flecha relámpago y piedra
pedernal del corazón y los silencios
libros sordos de espumas esperando filosas flechas
que por inercias son estrellas y máscaras
utensilios de las lanzas
desecación del tiempo y las hojas
ceiba en silencio esperando las semillas de la luz
inconfundible respiración del árbol
intemperie al miedo sin prisa
razón que vuelve a las sílabas
sin nombre y sin herida
y sólo siempre la espiga.
ESFERA DE CHIPRE
El agudo verso que escribe el miedo
respira y naufraga como si fuera la sangre entre las sombras
búsqueda del conjuro en la carne que deletrea el cuerpo.
ladera en la deriva incandescente del obsceno manantial.
Y está sílaba nada mueve: sólo es el árbol
de promiscuo rostro y efímera clemencia
Y todo este instante vida verdadera y muerte.
El que comienza anterior el sustento de lo visible
como invisible espuma en pedazos del sueño
del polvo y de la mezquita incurable
vagamente en la esfera primordial de la presencia.
Esa desnuda piedra cubierta de jardines colgante
y nada como la memoria y precipicio anudado al silencio.
Y todo está cubierto de dioses y burdeles
de pájaros, tardes de buitres y cuervos
si no dijera nada el santuario que padece el tiempo.
Esta encarnación áspera del polvo y del ladrillo y la sal
del mendigo que guarda en la mano su palabra y su vida.
La lleva del árbol donde nadie trepa para mirar la luz
el comienzo entre principio y fin y nada.
TIERRA, TIERRA, TIERRA
La ofrenda, el pillaje entre las semillas y lluvia.
La piedra entre el silencio y la ira tardía
como presente y perpetua la puerta y el laberinto
ironía precisa del día que salta y ata la nombradía
entre precipicios errantes que cantaron el vidrio y la forma
el atardecer que tomó la mano entre actos irreales que atraviesan las hojas
la caballería de los codos dormidos en las alhajas palpitantes.
Quién diría que no somos nadie en estas transparentes agonías
que se abren y cierran como blancas nubes y puertas que saltan
y nada se dilata, todo se rompe en mil pedazos
como silencios que vienen cayendo sin tiempo y sin erráticos rumores.
No miro la infancia ni las hojas que ayer se desvanecían.
Derritió el espacio y el humo indaga la superficie
la difícil travesía de las higueras que navegan frente al barco.
Qué serán los actos irreales de los párpados
si está clemencia está ahoga en la cuerda y es una piedra
un solo instante y un solo cuerpo
y cuantiosas muertes que se mira en Andalucía
y son un pronombre de mezquitas añejas
que por hábitos conocemos con ojos cerrados
y nada y todo es mi cuerpo encerrado dentro de otro inmenso:
el camino entre las huellas del sol y del agua: antigua muerte: bendita luz.