I— Habla el poeta
Quiero tu angustia, mar, dame tu miedo.
El sueño es como el mar: un movimiento
del tiempo hecho pedazos, olas y alas
tensas, aleves, que en hundidas salas
sellan, rompen las cosas; como el viento
—risa de dioses o quizá su aliento—
Que pule rostros, astros, y al volcar
Su nave, horas y ave, para amar,
tocamos; como el cuerpo cuando ahíto
se fuga de su estatua: Ya proscrito
hunde su polvo y alimenta al mar.
II— Habla el mar
Yo soy el mar
que alza el inventario
del día y de la noche
en sus vastas espumas
con la obstinada voz
de aves, vientos, algas…
yo soy el mar que recorre las playas
en busca de su nombre extraviado.
Desde esta furia antigua
desde un hilo de olas
a mi atávica amante:
la tierra, la saludo.
A mis hijos, los hombres,
celebro y recrimino.
Aquí fuimos el mar.
Aquí fuimos el viento.
Y la tierra, la tierra
— rosa intensa y oscura—
de mi seno colérico ha surgido:
de mis brisas y cánticos,
de estas sales y alas fecundantes.
Yo soy el mar que conduce
los mandatos del caos.
Soy esta insomne sangre
que gobiernan
los astros y las rosas.
El ruido de una ventana abriéndose
es mi rumor henchido, incontenible.
Nunca el día terminará los juegos
que inició la tempestad
cuando conversaba con aquellas
claridades inmensas
y con mis hondas noches paridoras.
Yo soy el mar de almas desplegadas.
esas nubes que pasan sobre las sombras
de la alta y dispersa conciencia de mis hijos:
Aquellos pueblos sagrados que engendré
y que un día, una noche —cegados por el oro
de sus colonias de ultramar—
en mi paterno seno para siempre se hundieron.
Yo soy el mar: la sísmica memoria
y el espíritu denso de los pueblos.
Yo soy el mar que arrebata y da
la vida: el fuego, la escritura…
III— Génesis
Polvo en suspenso, inquieto, no juntado.
Música sola. Sueño de armonía.
La mirada a sí misma se veía.
La palabra era el todo conjurado.
La palabra estalló y lo inquietado
se salió de la Nada; promovía
al sol de agua en el aire que venía
a la tierra imprevista: al polvo armado.
De tu silencio, madre, despertaste.
En miradas y ojos era el agua.
Fruto tierno, tu tierra, acariciaste.
Vientres hichándose. Mudos en celo.
Centro en llamas del recio mar —la tregua—
y esta hambre de Dios abriendo el cielo.
IV— Tierra
Siempre girando, madre de ti misma,
te preñaste en el vientre de la roca
—prisionera del fuego— con la poca
luz ciega creadora de tu sisma.
Por tus poros licuantes sobre el prisma
salió a mirar la luz que se coloca
—alma tuya, hija tuya— cuando toca
tu instinto vuelo falda de llovizna.
Emergiste sin brazos: sin apoyo.
Y gateando creciste hasta la viña.
Y tu raíz, desde el fondo del hoyo.
Sonaba el árbol: músicas primeras.
Encarnaste la vida siendo niña
y vienes reencarnando en primaveras.
V— Aire
Circunvalante espíritu. Cristales
en veloces reposos. Transparente
dimensión en la brisa de la mente.
Alegría, retozo de integrales.
Potencias. En su esfera los metales
cantan tu pentagrama suavemente.
Viertes licor y miel, copa clemente,
sobre mi sed de estrellas esenciales.
Ya te siguen poblando las ideas.
Tus claros habitantes, quintaesencia,
acrisolan las sutiles preseas.
Mar de éter. Caracol de las sales.
Alquimia. Sueño de ángeles causales
en las riberas puras de tu ausencia.
VI—Éter
Resaca de astros de la aurora causal.
Niebla de almas. Silencios intangidos.
Rosas del eco y soles derruidos
en una vaga nostalgia existencial.
Jardín de átomos en el sueño espacial.
Noria que aflora tiempos elegidos.
Gira la rueda en agua de latidos.
La luz inicia su luz en espiral.
Marea fértil. Centro polaridad.
A flor de éter se rompe la juntura
del Todo—Luz y la oscura dualidad.
De líquidos planetas, la energía
despierta, se alucina, arquitectura…
¡y el mundo cualquiera estalla el día!
VII— El poeta, el mar y la tierra
El mar
En la dura eternidad de su minuto,
por todas las angustias coronado,
de todos los deseos poseídos,
desnudo en el monólogo del sueño
y atado a las espaldas del poema…
Todo ascensión de vuelo contenido
en círculos de música y silencio,
todo huesos en cruz circunvalada
por el espiral de ausencias invadidas…
El poeta despetala su caminar y vuelve
la mirada a la rosa del diamante
—el «no me quiere» en los tactos del olvido—
cuando él desocupa las palabras
y en sus graves atmósferas el canto
desata la armonía de los átomos.
La tierra
El agua habitadora de cristales
transfigura las algas y los mares
con la mirada sola que se mira
en la faz de mi espejo:
sólo lágrima.
El poeta
Heme sonando aquí
por el ciento de cuchillos.
¡Están rasgando el alba
y arañando lo oscuro!
Arcos del éter entre fuego y aire.
Tierra que sueña tiempo en criaturas.
Suenan las formas. Las imágenes cantan.
La luz ya crece en manos para tocar orillas.
Orillas de la luz que cuando canta…
¡Con qué pasos correr… sobre qué suelo!
La tierra
Un paso más y el tiempo: silencio amurallado.
Cortinaje violento de eléctricos cristales.
Poeta, olvidaste el santo y seña
en las olas y alas furtivas de tu muerte.
El poeta
Un vuelo más y el tiempo
sonreirá en infancias.
La muerte es sólo signo de la ruta:
Sólo es máscara y rictus de lo blanco
—Gran noche de perfil Beso sin labios
Vuelo sin alas Relámpago parado—
Sólo es coma del llanto,
garabato de brinco, apareamiento.
Es clavar la batuta y cambiar de garganta
cuando una ola de voz nos arrincona
un algo más allá de la ceniza
que se derrumba sola y se clausura
en las tumbas de aire asesinado.
Eco de espejos. Desterrado cabello.
Orillas de la luz que cuando canta
converge su oleaje en la sombra
de un vientre.
Mar y tierra
Sólo eres, ay, el miedo, la culpa degollada,
sin corazón ni ojos para sentirte muerto
y en la última ola, sobre el filo del ala,
serás tan solo el grito que busca su garganta.
Poeta –todo-vida-feroz-en-muerte-viva:
Serás tan solo el miedo, la culpa degollada.
El poeta
La luz ya crece en manos para tocar orillas.
Violenta dimensión en la imagen y el eco.
Aquí la ola es sólo instante endurecido.
Aquí las alas tienen el miedo de su vuelo.
Barco de sombra, suelta
las anclas de los nombres.
Río de las palabras, ahógame.
Puente de lentos vidrios, amanece.
Viento inmóvil, retírate.
Aquí el canto del mar y el de la piedra.
Aquí la rosa es sólo el mundo presentido.
Aquí tocó los rostros que no hemos usado.
Aquí las olas tienen el miedo de su vuelo.
Todo es puro y eterno más allá de estos mares.
Mar y tierra
Las mieles son el cántaro.
Sin el gusto, ¿a qué saben?
Deshabitado el hombre
¿para qué la poesía?
Falta aún recoger las primaveras:
los anuncios del sol y del oleaje.
Vuelve los claros ojos al pasado.
Mira cómo tus cantos
domestican estrellas.
Espera ahí, retorna…
Vuelve un pie hacia la danza…
El poeta
Un paso más y el tiempo
sonreirá en infancias…
VIII— Habla el viento
Y el agua sobre el agua, como el día
que invade al tiempo y lo incinera y canta;
sólo la sed, la arena que se imanta
y nos devuelve oscuridad vacía.
Todo volverá a ser. Tu dinastía
polvo será en mi aliento: altiva llama
que enardecer otra ola con que inflama
la seca piel del mundo. Y será hoguera
hasta que el mundo, como el miedo, muera
y de nuevo el mar alce su flama…
La llama de otro mundo y otro fuego,
de otro sueño mejor que este que sueña
y deshace los sueños, la pequeña
edad de lo prohibido, el rostro ciego.
El mundo ha envejecido, mundo lego
clausurado en su orgullo; no el poema
ni mis aves dirán su oscuro lema.
Pero en los mares se hundirán banderas
de polvo noche a noche: las primeras
señales de otro mundo que se quema.
IX—Oráculo
En el principio el mar
era un fuego devuelto
a sus orígenes de polvo.
Dijo el augur en Delfos
con sílabas de fuego
y en esferas de música y misterio:
Si en sueños caminas sobre el mar
tu vida, poeta, será plena y cumplida.
El joven que camine en sueños
sobre el mar
conocerá a los placeres del amor.
Si contemplas el mar
viajas hacia tu origen.
Pero escuchar el mar
es oír nuestro espíritu.
X— Habla el mar
Yo soy el mar que erige
el monólogo del mundo
y detiene su rueda
de peces y milagros
cuando la rosa avanza y se deshoja
en mis labios de sal /
Cincelo el canto. Los astros
navegan en mi voz…
Empujo al sol y él abre sus caminos
en la hosca enramada de la sombra.
Traigo y atraigo barcos, ciertas aves,
planetas…
Destruyo y tormo el mundo.
Doy ángeles y bestias de mar a los poemas.
Inspiro: dicto el fuego.
Hago llover doncellas o palabras esbeltas.
Deshago a manotazos la tempestad y suelto
peces y alondras sobre al agua del día.
Busco a mis hijos desde el litoral de una palabra dura:
la que desató mi cabellera de resplandor y miedo
sobre la fortaleza amarga del misterio.
Muevo mi alfarería de montañas,
de pájaro y bosques.
Sublevo las arenas, los climas, las banderas
de aquellos altos, tristes
—también desamparados de su nombre—
pero intensos, hermosos,
profanados y hundidos pueblos resplandecientes.
Un día reducidos a las turbias alquimias
de lo humano salvaje:
No pudieron ser dioses.
No sabían ser hombres.
Esos pueblos se agitan
en los furtivos rostros
de mi oleaje,
en las nubes que pasan
y en las praderas de silencio
y prodigios
que en mis abismo y en tu sueño
fulguran.
Esos pueblos levantan
mi escritura de olas.
Claman, lloran.
En el sueño despiertan
a los hombres.
Aquí fue el mar. Recuerda:
Soy el mar
que retorna
de ala en ola.
Y te advierte:
Para vivir
en mi
revuelta
patria
hijo mío.
Hay que tener
agallas.
Me amarás:
Soy tu espejo.
Mira en mis aguas
el infinito oleaje
de tu alma.
Me amarás. Soy el mar.
XI— Habla el poeta
Canta la vida, mar, en tu cintura
y con tu espuma suenan los cristales
del tiempo y de la muerte: ventanales
que se abren a la sombra, a la hermosura
de la noche apacible y honda y pura.
Soy la lumbre en el agua; ¿Qué sería
del mar y de las estrellas, muerte mía,
si tú no estremecieras nuestra boca?
Fondo del ser y el mar sólo se toca
cuando arrancas la piel que nos mentía.
Sí, regreso a tu reino, mar: memoria
de las bestias del sol; remonto el sueño
y devuelvo mi sangre a su hondo dueño:
Océano del mundo, agua de noria,
Rosas de polvo y agua, única historia
de las olas labrándome esta herida
donde escondo mi muerte tan querida.
Al dormirme regreso a tu presencia
y al deshilar el hilo de la ausencia,
hilas, oh mar, en mí, la luz cumplida.
Sueño marino, aquí, teje mi vida;
sobre el viento, y la noche lo despliego.
Los años transcurrieron como un juego
de niños sin pudor: marea vencida.
En mar de piedras la ilusión caída
respira apenas hoy; busca mi verso
otros signos y miedos / pero inmerso
en este puño airado va mi canto.
Y les entregó así, limpio de llanto,
mi corazón golpeando al universo.
(SUEÑA EL MAR QUE ES FUEGO)
Poema tomado del libro Lectura de sombras (poesía 1972-1985)
FICHA BIOGRÁFICA:
Nació en el municipio de Halachó. Escribe crónica, poesía, teatro y se desempeña como investigador de la lírica mexicana. Radica en Toluca desde 1970. Primer lugar en los Juegos Florales del Centenario de la Escuela Nacional Preparatoria de la UNAM y en el III Concurso Literario del INJM (1968); flor natural en los Juegos Florales Nacionales de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas (1970); premio único de los Juegos Florales de Mazatlán por Sueña el mar que es fuego (1981); Premio Antonio Mediz Bolio de Poesía (1986 y 1994); Medalla Yucatán (1989); premio único de los Juegos Florales Toluca (1998); y Premio de Dramaturgia del Certamen Toluca Bicentenario 1999 por Mestizaje: cruz de relámpagos (crónica sobre Gonzalo Guerrero). Maestro normalista, estudió en la escuela de arte dramático del INBA. Ha sido coordinador de literatura y teatro en el Instituto de Cultura de Yucatán (ICY); asesor literario en el Instituto Mexiquense de Cultura. Ha puesto en escena Canek: caudillo maya y El primer mestizaje (1988). Como periodista cultural ha publicado en El Día, El Nacional, El Sol de Toluca, Nivel, Revista de la Universidad Autónoma de Yucatán, Revista de la Universidad de Guanajuato, Revista Universidad de México, Siempre!, Unomásuno, y Zona Franca. Está incluido en el Diccionario de escritores mexicanos (UNAM, 1989), y el de Escritores de Yucatán (CEPSA, 2003). En 2008, el ICY le rindió homenaje por sus 70 años de vida, en la biblioteca Manuel Cepeda Peraza de la ciudad de Mérida.
FICHA BIBLIOGRÁFICA
Lectura de sombra (Poesía 1972-1985)
Cáceres Carenzo, Raúl
Ayuntamiento de Mérida
Primera edición, Yucatán, 1986
80 Pp.